Ana Curra, algo más que una superviviente de la movida.

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ANA CURRA, SEXO, MUERTE, MOVIDA Y AFTERPUNK

J.M LENOIR

Uno de los deportes más practicados en el entorno de la crítica musical es el tiro al plato de La Movida. Ni siquiera estoy muy seguro de haber hecho bien escribiéndola con mayúscula, tal vez me expongo al siguiente disparo. La Movida, hasta hace no demasiado, era el nuevo Siglo de Oro, la mina inacabable de canciones para unas radiofórmulas que seguían radiando El Hombre Lobo en París” décadas después y mandando remesas de royalties a una tropa de músicos que, en su mayoría, no habían conseguido sobrevivir a la década de Naranjito, Felipe González y Tierno Galván.

Hoy Naranjito es el apelativo a mala cara para Albert Rivera, Felipe un espectro culpable de todos los males y Tierno… Tierno quién coño sería. Los años 80 han caído en la desgracia del pasado inofensivo al que se puede ajustar las cuentas, y el dogma consiste en mirarlos de reojo: los grupos de La Movida no eran tan buenos, los estrellones de los 80 eran una camarilla de pijos poco creativos, la agitación cultural solo era un acto electoral del PSOE… Alaska y Mario salen en la tele a todas horas. Y Alaska, qué facha es.

Ana Curra ha tenido la suerte de ahorrarse la mayor parte de las pedradas. No parecía tan importante: la teclista de Los Pegamoides, la novia de Eduardo Benavente, la secundaria… mejor para ella. La realidad es que no era una figurante: en Los Pegamoides, era la única que sabía tocar su instrumento (es profesora de conservatorio) y la única que tenía un verdadero talento musical junto a Carlos Berlanga. Es la compositora de Quiero ser Santa, y de al menos la mitad de las canciones de Parálisis Permanente. Es la creadora, junto a Benavente, de Tres Cipreses, el primer sello independiente en España, y desde luego uno de los pocos que arriesgaron fuera de los clichés de la modernidad ahormada por El País.

La vida artística de Ana Curra se terminó oficialmente con la muerte en accidente de tráfico de Eduardo Benavente. Pero eso también es falso; Ana Curra siguió adelante formando uno de los grupos más infravalorados de la música pop española, Seres Vacíos. Editaron tres EPs que hoy cuestan una fortuna en discogs y que reúnen algunas de las mejores canciones grabadas en los años 80 en España. Ana Curra tenía un instinto feroz para la música pop, aunque la época impusiera el envoltorio gótico y ella se sintiera demasiado cómoda jugando a gemela de Siouxsie. Tal vez eso reste brillo a maravillas como Los celos se apoderan de mí, pero al menos sirvió para que el afterpunk español fuera menos grotesco que el británico… y mucho más sexy.

En 1986, Ana Curra editó su primer y único disco en solitario, Volviendo a las andadas. De acuerdo, concedo que no es un buen disco. Está producido para que suene como se supone que tenía que sonar en aquel momento, y es una lástima… porque algunas canciones son fantásticas y Ana canta con mucha soltura en casi todas, cambiando la mística de Siouxsie por cierto desacro a la Nina Hagen. Aunque podría reeditarse mañana con una portada falsa y seguramente todo el mundo pensaría que el indie lo ha vuelto a lograr. El indie, ya se sabe, siempre lo logra.

Ana Curra no ha vuelto a grabar apenas nada desde entonces. Se sube al escenario de vez en cuando y recrea su repertorio. En otro caso, sería el enésimo ejemplo de nostalgia-crowdfunding-acordaos-de-cuando-lo-petábamos. En el suyo no. Porque ni Ana Curra es una tía nostálgica ni ver a una puta diva maravillosa con ropa de cuero y los ojos más verdes del planeta cantando sobre aberraciones emocionales es algo que quepa en el crucero de los 80 al que van a parar los restos de La Movida. Si se va, se va por vicio. Ella nació para dominar.

 

Ana Curra estará actuando este próximo viernes 3 de mayo a las 22:00 en Zentral

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