Transilvania es el quinto disco en solitario de Josele Santiago, y el primero que publica en seis años. Desde 2004, en que dio su primer paso por libre con Las golondrinas, etcétera, Santiago ha ido rascando el tiempo que le dejan Los Enemigos para entregar discos a su aire. Y Transilvania llega en un momento en que la banda ha vuelto a los escenarios, de modo que Josele se reparte para atender viejas enemistades y nuevos camaradas.
Entre los últimos, Santiago ha reclutado a Raúl Fernández (Refree) como productor de las doce canciones que contiene Transilvania. Y la jugada es notable: la mayor parte del disco está construida sobre medios tiempos con guitarras amortiguadas, arreglos cuidadosos e incluso teclados. Un sonido brillante por sencillo que acojona en la tensión llorosa de Un Guardia Civil(como apertura a mala leche) o acaricia las orejas en el balanceo de suave rythm n’ blues de Magia Negra. La entrada del disco es espléndida con estas dos canciones, pero los ases de la baraja caen más tarde: sorprende Saeta, con un sonido tirante y una letra jodida que mantiene vivo al Santiago más afilado incluso en un envoltorio de producción bastante inusual, y El bosque se descuelga como una canción pop redonda.
En Déjame sufrir está la mejor letra, mecida por otra brisa de r’n’b nostálgico, y en el tramo final se juntan las dos piezas más genuinas de su estilo (las dos que mejor encajarían en el repertorio de Los Enemigos) con Ovni viejo y Que hable el sol.
Al peso, Transilvania es un disco pelado y glacial como el terruño de Drácula, pero con entrañas calientes; Josele Santiago oficia de cantautor con rifle al hombro, tira de puntería y acierta entre los ojos de una realidad amarga a la que se enfrenta con más sutileza que en discos anteriores, pero sin ahorrarse los cuartos en rabia… sea para ladrar a los pederastas de Saeta, explicarle de qué va todo esto a un principiante en Cómo reír o autorretratarse en el canalla de Prestao.
Transilvania no va a vender una pila de discos, pero lleva en los bolsillos algunas de las mejores canciones editadas en 2018, aunque la recompensa sean ese tipo de críticas sentidas que ya casi nadie lee. A Josele Santiago, por suerte, eso le importa mucho menos que a nadie.
Pero qué bien, oigan. Radar es la Rolling Stone de Pamplona.