De QUÉ hablamos cuando hablamos de trap

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A propósito de
El trap. Filosofía millennial para la crisis en España
Ernesto Castro Córdoba. Errata Naturae, 2019.

Por Redera.

Del trap en sí mismo como delirio extravagante. O quizá como la respuesta más lógica y razonable –e impecablemente razonada por Castro– a los tiempos en los que surgió en la calle y ha terminado por apropiarse de la atención mediática con el runrún de la droga, el folleteo y la pasta como referentes. También del trap como la música de fondo del panorama sociopolítico (y qué panorama) producto de la crisis económica: este despeñadero cultural, social, generacional, moral y emocional en el que seguimos enfangados. O quizá de su éxito, como consecuencia de esa (rentabilísima) fascinación que tiene lo mainstream por la figura del artista en lugar de por sus productos, combinada con, como señala Castro, esa “eterna guerra entre pijos fascinados por el margen y el margen tangando a los pijos” (Antonio Baños dixit vía tuit).

De todo esto, nada más y nada menos, va el estudio del filósofo Ernesto Castro. El tono de este doctor millennial, afable y cáustico, ilustrado, precario y mediático youtubero, respetado y troleado a partes iguales, es agudo, pero sorprendentemente no resulta condescendiente, paternalista o snob… Aunque por momentos despelleja al personal con mucha ironía socrática y en ocasiones con un pelín de sarcasmo, compone un relato muy bien hilado con toda la saga de traperos y sus sucesivas digievoluciones: una galería de personajes ambiciosos y ególatras, empresarios de sí mismos (muy on fire todes).

Castro describe las neuras y contradicciones de ese lumpen “joseante”, y todo un rosario de escisiones, advenimientos, tiraeras, borrones, antagonismos y reescrituras, de unos reyes y reinas tan heridas como feroces; se lo toma muy en serio y levanta acta de su mayor o menor realness. Y todo eso al mismo tiempo que aborda el trap en tanto que fenómeno metamusical con un afán casi enciclopédico y un discurso cargado de analogías en el que nos habla de poliamor, religiosidad, beefs, mesianismo, lucha de clases, chulería, enfermedad mental, feminismo, apropiacionismo, manicuras empoderantes, “arte negocial”, y de todo lo que tiene de manifestación de lo “impolítico”.

Nos guste o no, su visión particularísima y sus conclusiones son siempre consecuencia de un hilo mayéutico que las hace más que respetables. “El trap” de Castro es muy entretenido, un esclarecedor y brillante esfuerzo por significar, y por lo tanto dignificar, la “escena” musical urbana de la pasada década en España.

Lo reconozco, estoy impresionada. Llegaba predispuesta al cachondeo y me he encontrado con las más de 400 páginas de una auténtica obra de referencia: puritita historiografía de (esa/nuestra) cultura contemporánea. Con momentazos divertidísimos, “El trap” no es un ensayo sobre música (Rolands TR-808, Auto-Tunes y ad libs): es un ambicioso análisis filosófico riguroso y extenso que busca revelar la(s) ética(s) y la(s) estética(s) del trap, o incluso de aquello que está más allá del trap y determina desde casi siempre casi todo.

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