Recinto de La Ciudadela
Hay que reconocer la mala suerte que ha tenido la organización del Turmalina Fest ya desde su primera cita en 2018 (tuvo que interrumpirse debido a una fuerte tormenta), y destacar su enorme tenacidad por mantenerse a flote hasta esta edición. En 2019 armó un buen cartel que, aunque pecaba de indefinición apuntaba maneras, pero en su siguiente edición tuvo que suspenderse por el estado de alarma. Llega pues a 2021 recortadísimo, habiendo tenido que renunciar a su vertiente enológica y gastronómica (excepto un vino de cortesía apresurado), y pospuesto de junio a julio, habiendo perdido por el camino solo unos días antes a los esperadísimos Novedades Carminha. A pesar de que todo parece haber sido una carrera de obstáculos fueron muy bienvenidos los conciertos que de los que pudimos disfrutar el miércoles pasado de Mäbu y Xoel López en la Ciudadela.
En una tarde en la que el sol pegaba todavía con mucha fuerza, los de Mabü se presentaron como un grupo “permanentemente emergente” a pesar de que llevan rulando por salas más de 12 años y tienen 4 álbumes grabados con colaboraciones de Rozalén, Iseo, Mikel Erentxun o Marlango entre otros.
Ejercieron de sustitutos en esta edición aunque ya figuraban en el cartel de la anterior, y resultaban desconocidos por la mayor parte del poco público que a primera hora fué acercándose al recinto, pero fueron ganándoselo poco a poco con la simpatía y cercanía que mostró María, vocalista, guitarrista y compositora del trío, y una interpretación impecable de su repertorio de “canciones tristes interpretadas con alegría” muy próximo al pop jazzy y al folk en el que hasta incluyeron una versión de “Piel” de Sergio y Estíbaliz.
Impresionaba el silencio de la espera y el sol se resistía a esconderse mientras durante el breve intermedio sonó el “Here comes the sun” (!) de los Beatles y se empezaba a notar que el público, que en ese momento ya casi alcanzaba unos ¾ del aforo previsto, llegaba expectante y con ganas de pasarlo bien.

Al anochecer -todavía muy caluroso- llegó el singular y siempre renovado Xoel López, para abrir con una intro ideal como es “El destello”, y la intención clara de que subiera aún más la temperatura, tanto entre el público como encima del escenario. En esta primera parte y casi con la precipitación propia del timing de un festival, la formación (percusión variada, batería, teclado, voces y guitarras) interpretó sin interrupción algunos de sus temas más recientes: el medio tiempo “Vampiro blanco”, la más movida “Si mi rayo te alcanzara” que da nombre a su último álbum, y la potentísima “A serea o marinheiro” del “Paramales” de 2015 que se deslució con un sinte algo fuera de rango y en el que se hicieron del todo presentes las voces femeninas que le acompañarían a lo largo del concierto.
Como él mismo comentó, al ser el ambiente de la plaza más parecido al de un patio de butacas que al del trajín que habitualmente supone un festival al aire libre y aunque a la formación le costó un poco ubicarse y entonarse en los primeros temas, a partir de “Pez globo” se aminoró el ritmo de un concierto que aumentó en precisión e intensidad: Inconfundible sonido de armónica para abrir la funky “Cometa”, seguida de esa fantástica ranchera electropoprock con retranca que es “Todo lo que merezcas” (introducida en el repertorio especialmente para la ocasión) y una desgarradora “Joana” que interpretó solo acompañado de su guitarra acústica, para a continuación arropar esa desnudez con la voz de Ede (vocalista y teclista) en “Alma de oro”, en una revisión a dúo de “Quemas” (aquella bonita copla de su etapa como Deluxe) y la popular “La espina de la flor en tu costado” (de la serie “El desorden que dejas”).
A ritmo de la marimba de “Dancehall” se terminó de desatar el lado bailongo del Xoel más relajado, que se entregó a tope en la extraña (y aparatosa) “Balas” (que él mismo definió como “mezcla de góspel y merengue”), en la preciosa espiral de “Tierra” (demasiado anclada por el bombo) y “Catarata” interpretada también a dúo, con Teyu, la otra vocalista femenina del grupo.

Alrededor de las 23:00h y tras una versión efervescente del afropop de “Ningún nombre, ningún lugar” el público ya no se contoneaba sino que se retorcía y desgañitaba en los asientos ante la imposibilidad de levantarse y unirse al despliegue de energía y buen ambiente que había sobre el escenario en “Yo vi un hombre desaparecer” y ese otro himno que es “Lodo” que eligió para terminar. Se les esperaba con ganas y volvieron al escenario con una apoteósica “Patagonia” coreada por todos y el africanismo merengue de “Tigre de bengala” emplazándonos a bailarlo juntos y sin restricciones… en próximos conciertos.
Nos pusimos en pie entonces, ya sí*, para aplaudir merecidamente y con ganas al músico y su banda. Así que pasamos calor hasta el final, el que nos ofreció un Xoel más coral, más suelto y entregado que nunca, en un concierto muy festivo (por momentos verbenero) que seguro resultó reconfortante tanto para sus seguidores más fieles como para los más despistados.
*Sabemos que gestionar el asunto es MUY complicado, pero el tema de las restricciones (en lo que parece más un redil que un recinto festivalero) y la laxitud o el exceso de celo en su aplicación merece capítulo aparte.
Redera