SANTAS PASCUAS 2020
Terminó Santas Pascuas, la edición más difícil, la más valiente. En medio de una pandemia y con las medidas y los ajustes de espacios y aforo se ha podido llevar adelante una cita que ya ha ido creándose un público en cada fin de año y comienzo del siguiente. Baluarte y Zentral fueron los lugares de las actuaciones en directo de algunas de las propuestas musicales más interesantes del panorama local y nacional.
LOS CONCIERTOS
Abría los conciertos del día 25 El Columpio Asesino y Belako, dos grupos con un sonido más potente como acostumbra la cita del día de navidad pero esta vez con cambio de recinto, en lugar de la sala Zentral era el Navarra Arena el lugar elegido.

Belako ha estado muy arriba en muchas publicaciones de final de año con su último trabajo “Plastic Dream” , un disco autoeditado que ya les habría gustado hacer a los grupos que chapurreaban el inglés en el indie noventero.
Enérgicos y reivindicativos, pusieron toda la carne en el asador en los temas más guitarreros como “Tie me Up” pero también hubo momentos de recogimiento como el ritmo de vals de “Truce” o “Plastic Drama”. La independencia, pero la de verdad, de la que hacen gala estos chavales se ve en sus canciones y en su manera de enfocar las presentaciones en directo. Un gran presente y futuro para los de Mungía.
El Columpio Asesino volvió a presentar el disco “Ataque Celeste” que salió días antes del fatídico marzo del año pasado. Ni ellos ni el público terminaron de meterse en faena para unas canciones que merecen mucho más. Sonaron especialmente bien “Floto” y “Tu último relato” mientras que la vertiente más festiva de “Toro” o el último single “Preparada” quedaron un poco frías por aquello de la lejanía y el hieratismo de los presentes. Los esperamos post pandemia para un concierto en condiciones, ahí si sabremos de verdad el calado de las canciones de este nuevo trabajo.

El 26 fue para otra cita doble, la de Ketekalles y Zetak. Abrieron Ketekalles con una mezcla de rumba, funk, flamenco y activismo. La banda formada por cuatro mujeres eran un totales desconocidas para mucha gente que empezaba a llenar el Arena pero no les vino grande el escenario por la soltura y el desparpajo del que hicieron gala.

Tras ellas, Zetak cogio el testigo con su visión vitalista de la electrónica . La polivalencia de un animal escénico como Pello Repáraz le lleva a cantar, tocar la batería y bailar enérgicamente durante todo el show. En su haber está el haber conseguido que mucha gente que no escucha nada relacionado con la música binaria lo haga a partir de ellos. En contra, el tirar de lugares comunes de la electrónica noventera y la pesadez de la EDM.

Para la parte final un tono más acústico y lluvia de luces provenientes de los móviles, lo que refuerza el sentimiento de comunidad que han logrado inculcar a sus numerosos fans que ya van más allá de nuestras fronteras y que superan la barrera idiomática del euskera.
Pablo Und Destruktion abría la jornada de vermú en un aforo reducido a 120 personas, algo que durante el festival terminó siendo una muestra de cómo hacer de la adversidad virtud. El formato café teatro dispuesto en mesas permitía mantener la calidez y cercanía si el artista sobre el escenario era capaz de crear la atmósfera y complicidad que pide esta disposición. Así ocurrió con Pablo que fue un buen anfitrión interpelando a la audiencia en varias ocasiones con diferentes historias personales y pormenorizando diferentes ideas sobre sus canciones. Llego incluso a ofrecerse a cantar una canción con el concepto que eligiera el público.

Con el solo acompañamiento de la batería de Pibli ( Pablo González) se bastaron para poner intensidad a unas canciones que mezclan la canción asturiana con la psicodelia. Abrieron con la tradicional “A la mar fui por naranjas” y su concierto fue un ejemplo de sinceridad narrativa y lírica trovadoresca astur.
Por la tarde el festival abría una ventana a los sonidos electrónicos de Chelis & Göo. Ambos discjockeys muy conocidos en el territorio llevaban al directo un set especial que unía ambient, breaks, tonadas ochenteras y hasta un poco de disco. Un viaje sonoro en el que tocaron todos los palos con los que hacen disfrutar tras la cabina y que confieren al festival el carácter innovador que esperemos cuente con una reválida el año que viene.

El Domingo abría el horario matutino Brecha, conjunto formado por integrantes de La Prima De Riesgo con la incorporación de Claudia Chocarro a la voz. Brecha nos presentaron su propuesta de música folk rural intimista que destaca en las distancias cortas. Las bonitas “Algo tan bello” o “Brecha” recuerdan a delicadezas sonoras de La Buena Vida o Nosotrash y son un buen presagio del disco que está por venir.

Por la tarde la doble cita con los grupos tan en la órbita del Nébula Juárez y Jon Ulecia & Cantina Bizarro.
Abrieron puntuales Jon Ulecia & Cantina Bizarro. Son de aquí pero podrían ser de cualquier lugar del planeta rock porque se les ve a la legua el montón de influencias del rock americano que llevan encima; de Chris Isaak a Mink Deville, de Lou Reed a Peter Perret. Siempre etiquetados en el underground cuando lo que en realidad hacen es rock clásico y elegante de botas altas, lentejuelas y Bourbon del bueno. El último disco es su mejor entrega pero también recuperaron viejos clásicos como “Empty bottles of wine” o el country rock de “Various Names”.
La entrada de Txetxu Brainloster aporta todavía más empaque a su juego de guitarras. Disfrutables 100% para los que los seguían y para los que los escucharon por primera vez.

Por su parte Juarez están en su mejor momento, se nota y lo disfrutan. Abrieron con “La Guerra de Los Mundos” en una sala vacía por la no posibilidad de beber en el interior ( ay el rock y el alcohol ) pero para la tercera canción ya estaba el aforo completo de nuevo.
Con el paso de los años han añadido muchas variantes a su sonido. Suenan pop en “No me importa” , western en “Escafandra II” y se ponen ruidosos en un final de concierto con “El Sol en Movimiento”, “Lucifer” y la punk “Entre Palmeras”. En claro ascenso.

Tres días más tarde Estanques, convertidos en un fenómeno tan en la órbita madrileña, no llegaron a llenar la sala Zentral debido quizá al cambio de fecha de última hora. Asistiendo a su directo no queda claro si lo suyo es una broma que va muy en serio o es una parodia del garaje y del rock progresivo echándole cara a la vida. De cualquier manera lograron conectar con el público en la noche más fría del festival con una mezcla entre Sparks, Asfalto o el rock progresivo español . Para ello contaron con una variedad de registros y un virtuosismo fuera de toda duda que se logra disfrutar el doble si se dejan los prejuicios en casa.
El día de año nuevo se abría con un ejercicio de estilo del rock de herencia americana pasado por el lado hispano (Burning, Rodriguez, Sidecars…) de los tudelanos Con X The Banjo. No inventan nada nuevo pero se bastan y se sobran para contentar a los muchos fieles que han ido ganando tras muchas horas de carretera. Disfrutaron e hicieron disfrutar incluyendo una versión del “American Girl” de Tom Petty ydejando claro que son buenos alumnos en esto del rock and roll.

La mañana del segundo día del año tenía a Andrea Santiago como protagonista. La navarra lleva un tiempo fogueándose en pequeños escenarios y para esta ocasión se presentó en Zentral con el acompañamiento de una banda al completo. Sus delicadas composiciones remiten al indie folk de nuevo cuño como Fleet Foxes o la actual Taylor Swift , adornadas con la bonita voz de Andrea y una soltura que no se corresponde con una recién llegada, capaz de realizar giros vocales lo Joni Mitchell. El final con “Materia Viva” dejó un gran sabor de boca y las ganas de escuchar un largo que confirme estos buenos presagios.

El festival daba entonces un salto de varios días sin música en directo hasta el concierto de Niña Coyote Eta Chico Tornado. Parece increíble lo que solo dos personas puedan hacer sobre un escenario, ofreciendo algunos de los momentos más agitados de todo el ciclo de conciertos con el rock Stoner, la distorsión y el guitarreo como marcas de la casa.
La manera de tocar la batería de Ursula Strong contagia a la parroquia presente por su vitalidad y desparpajo mientras que las idas y venidas de Koldo Soret sobre el escenario guitarra en ristre hicieron olvidar por momentos que estábamos asistiendo a la anomalía del rock pandémico sobre taburetes. Triunfazo.

La recta final del festival nos traía a uno de los platos fuertes en la jornada del día 3 con Silvia Pérez Cruz presentando su último disco Farsa. La banda que lleva adelante el espectáculo funciona como una mezcla de todas las artes, con una química parecida al de las compañías teatrales. Se hacen llamar Farsa Circus Band y la conexión existente entre cada uno de ellos es algo que lograba superar la cuarta pared y se permeabilizaba en el disfrute del patio de butacas de Baluarte a lo largo de casi dos horas

En la canción popular de Silvia caben las muchas voces de la música, el tango, el fado, la ranchera o el jazz pero todo con un toque personal que siempre suena a ella. Si bien es cierto que algunos experimentos vocales desdibujan y pueden resultar espesos, la cadencia y el vuelo con el que suenan composiciones como “Mañana”, “Estimat” o el fin con la festiva “Siga el baile” hacen de este directo una de las experiencias más disfrutables del panorama de la música en español en la actualidad.
Maria José Llergo se presentaba días más tarde en Baluarte con austeridad escénica y el solo acompañamiento de la guitarra de Paco Soto y las bases de Miguel Grimaldo. Su concierto como el disco fue una experiencia sanadora con canciones que hablan de la importancia de la tierra, del saber popular, de denunciar socialmente las injusticias (Nana del Mediterraneo) y de una forma de ver el mundo con los pies en la tierra y el alma pegada a la tradición. Contando una voz poderosísima con los melismas propios del flamenco, la música de Llergo va más allá de los ejercicios de fusión para expandirse hacia el futuro en temas como “El Péndulo” o “Tu Piel”.

En la parte final, la artista de Pozoblanco nos regaló la “Nana del Caballo Grande” de Camarón y la copla “Pena Penita Pena” en una manera de entender el flamenco desde la humildad y la reverencia por el cante jondo de una recién llegada cuyo techo no se atisba de momento.
El concierto final con María Arnal y Marcel Bagés fue un gran broche para esta edición 2020-2021. Un concierto emocionante, de encuentros afortunados, sin aristas, pero de contrastes: el de las bases glitch de Bagés con la voz clara de Arnal, el de un trabajo de luces (con peso específico) de aire tenebrista para un vestuario luminoso, entre polifonías desnudas y la música para bailar, y entre los temas de su trabajo anterior que nos encandilaron y su recién estrenado repertorio.

El poema de Joan Brossa “La Gent” resulta todo un ejercicio catártico empoderante en el que una vez que entras es difícil salir. Faltó algo rodaje en la puesta en escena y se hizo muy muy corto: porque lo fué (apenas una hora, repetición de un tema y bises incluídos) y porque fué delicioso. El público se quedó con ganas de más.
“Música para leer”

Santas Pascuas sigue queriendo abrir una ventana a la cultura con “Música para leer” , un espacio para la reflexión con algunas personalidades singulares que han realizado disertaciones sobre el hecho musical.
De nuevo Katakrak ha sido el lugar elegido y la apuesta ha sido fuerte a pesar de la incertidumbre: Empezando por el último encuentro programado que finalmente no pudo tener lugar entre Xabier Erkizia y Ramón Andrés con motivo de la publicación de su enorme ‘Filosofía y consuelo de la música’. (Acantilado, 2020). Historia, pensamiento y resistencia. Consuelo y música. ¿Os suena?.
En la segunda cita, que sí pudo ser, Nader Koochaki conversó con la antropóloga Aitzpea Leizaola sobre su trabajo de campo de 6 años ‘Soineko Paisaia / Dorsal Landscape 2009-2015’ (2016, Audiolab / Bulegoa z/b / -zko Ed.), registro sonoro de los cencerros de casi cien rebaños. Alejado de las investigaciones al uso, Koochaki nos presentó los tres vinilos con las grabaciones, introducidas y comentadas, en formato editorial y tirada seriada.

Interesante propuesta: la escucha de una música que no lo es y se comprende sin lectura… ¿se puede sistematizar la sorpresa? Nos contó cómo ha conformado una pieza con el encuentro entre lo técnico y lo étnico, que, adoptando formas próximas a la investigación (cartografía, indización, inventario, fichas, etc.), resulta más artística y demostrativa que académica.
Y por último, el primer encuentro (también en el Gaztambide de Tudela en esta edición), con restricciones de aforo y lleno hasta la bandera en el que se presentó ‘Debut’ (Literatura Random House, 2019) en el que Christina Rosenvinge echa la vista atrás y siguiendo el hilo del origen de sus composiciones nos relata algunas de las casualidades y causalidades que la han conducido hasta aquí hoy. (Muy destacable el ensayo con el que concluye sobre la técnica -el desconocido arte- de escribir letras de canciones). Rosenvinge y Cristina Martínez Lana (El Columpio Asesino) charlaron sobre música, familia, libros, showbusiness, gentes, ciudades, amor, tenacidad y desencanto y crearon con su conversación un ambiente relajado, íntimo y acogedor.

Así que el tono de la programación del ciclo “Música para leer” resultó aún más arriesgado y desprejuiciado que en ediciones anteriores. Tres “Músicas para leer” diferentes y (aparentemente) divergentes, pero con un atractivo en común: Sus ejercicios de recolección, su propuesta de pensamiento, sus reflexiones algo nostálgicas y el sonido del silencio de fondo.